Carlos Astrada

El pensamiento americano, en la concepción de Astrada, recurre a Europa como fuente de inspiración metódica y doctrinaria. Así lo hizo en el siglo XIX, para madurar luego al punto constituirse con aspiraciones de autonomía. Para ello deberá discriminar entre los motivos conceptuales de raíz contrapuesta a la endógena, que han de rechazarse, y los que convengan a una construcción ajustada a la idiosincrasia y las orientaciones propias. Existe un rico material endógeno que puede conformarse y proyectarse, apoyándose en pensamientos exógenos pero de proyección universal; pero se recurrirá a ellos de modo instrumental y no mimético. El resguardo de la autonomía del pensar supone para nosotros el predominio de lo autóctono sobre lo genérico: la consustanciación de la cultura con la tierra y el paisaje, que son propios del espíritu americano.
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Astrada construyó su pensamiento en forma consecuente, orientándose a través de las doctrinas filosóficas, que influyeron en su inquietud endógena, teórica y práctica. Y esto le otorga un perfil singular en el panorama de la cultura argentina y latinoamericana. La polaridad genérica de su pensar, tributaria de los maestros y escuelas europeas, mantiene en su cambiante itinerario intelectual el status de lugar de la verdad, de modo que no se agota en su valor instrumental. Pero al verter sus convicciones teóricas en su viva inquietud identitaria construyó un paradigma de pensamiento endógeno. Editó una amplia producción “normalizada”, en el sentido de la expresión acuñada por Francisco Romero: técnica, con estilo y categoría filosóficos, en diálogo o polémica con los maestros europeos. Y al mismo tiempo, como parte de su construcción filosófica, se ocupa  desde 1934 hasta cerca de la hora de su muerte- de asuntos “situados”: problemas histórico-existenciales, temas de argentinidad que reclaman un tratamiento filosófico. Se dispone de lista de su producción en este punto, consistente en cerca de una treintena de trabajos.

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