Nicolas Gomez Davila

El pensamiento filosófico político teológico de Nicolás, acaso uno de los contados reaccionarios auténticos de nuestro tiempo, surge como reacción  a una crisis intelectual, religiosa y estética cuyas invariablemente nefastas consecuencias vertebran el corazón de su arrollador discurso crítico: esa crisis es la del siglo XX, con todo cuanto ello implica.
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Toda la obra del colombiano es un intento serio y apasionado de dinamitar de raíz unos códigos malditos que han trastornado la esencia inmutable de lo humano a través de los siglos (y, por extensión, de lo divino), pero también de fundamentar una alternativa intelectual sólida a la inanidad de nuestro presente. Filósofo inacabado, o pensador consecuente que renunció a la fatua pretensión de subirse al púlpito de los voceros filosóficos, Gómez Dávila nunca llegó a dejar por acabado un sistema filosófico propiamente dicho, en el caso de que hubiera tenido tal pretensión, lo que no habría dejado de resultar irónico en un pensador de su talla y clarividencia, nada dogmático ni concluyente si es leído inteligentemente, simplemente lúcido.

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