“Voy a contar algo anecdótico”, dice Jorge Aurelio Díaz en medio de la entrevista y después de una pausa prosigue. “Estando en la Universidad Católica de Caracas el decano quería hacer una promoción de la carrera y tenía preparado un folleto para preguntarme qué opinaba de el.
En el volante decía: “Según la oficina nacional de estadísticas en el año 2000 se van a necesitar en Venezuela 400 filósofos”. Yo le dije, quite eso de ahí y si quiere promocionar la cosa ponga: “Desde Tales de Mileto hasta hoy no se conoce ningún filósofo que haya muerto de hambre”, cuenta entre carcajadas, luego más serio responde que el campo profesional en el país está vinculado directamente a la educación. Leonardo Tovar complementa explicando que la disciplina actúa de manera transversal en escenarios académicos, desde la formación básica en el colegio, pasando por los programas donde se forman filósofos y también incluye los cursos humanísticos de las diferentes carreras –desde ingeniería hasta las Ciencias Sociales– donde se abre una cátedra complementaria en esta materia. “Dependiendo del talento y otros factores algunos filósofos se desarrollan además en la investigación”. También cuenta que hace unos años una revista cultural publicó una artículo sobre la pregunta ¿Donde están los filósofos?, básicamente porque no tenían presencia en los medios opinando sobre las coyunturas, ni tampoco presencia en las redes social. “Creo que es una manera reduccionista de ver la filosofía”, señala Tovar. Para Amalia Boyer uno de los conflictos de la filosofía es ese carácter como un saber experto, que en el panorama de la sociedad en la que vivimos se considera a veces como el menos experto por no tener impacto dentro de lo empírico. “Las demás ciencias tienen elementos más cuantificables para medirse, mientras que la filosofía parece quedarse en el campo de las ideas”; sin embargo, tienen retos importantes frente al mundo actual y el futuro. “Esa iniciativa tuvo entre sus precursores al filósofo barranquillero, autodidacta, Julio Enrique Blanco De la Rosa, junto con otros personajes”, relata Tovar. También agrega que, antes de esa presencia académica específica, la filosofía hizo parte –en un sentido más social– de las discusiones y debates políticos e ideológicos que se dieron en el siglo XIX. En esa época se destacan figuras como Miguel Antonio Caro, redactor de la constitución de 1886; Ezequiel Rojas, fundador del Partido Liberal, entre otros. “Eran personas que tenían elementos filosóficos, en un sentido amplio, que incluyeron en esas discusiones que se hicieron para la conformación de la nacionalidad”. Al remitirse a la fundación de Colombia con Bolívar y Santander, señala la influencia del utilitarismo y la ilustración en el proceso independentista. “Como profesores de filosofía hacemos el énfasis académico, pero es bueno tener en cuenta ese fondo político y cultural que hace parte del contexto”, advierte Leonardo Tovar y anota que existe una discusión sobre si se puede hablar de una filosofía propia de los pueblos que habitaban América antes del encuentro con Europa. “Más allá de esos datos es ver que la filosofía ha estado presente en la cultura nacional desde distintos puntos de vista, no es algo añadido y hace parte de lo que somos como colombianos”. Por su parte, Jorge Aurelio Díaz, docente pensionado de la Universidad Nacional, retoma la etapa de los años sesenta, cuando aparecen los primeros profesionales que se dedican a la filosofía. Para él, en ese primer periodo comienza un proceso que llama ‘inculturación’ de la filosofía en Colombia, porque el trabajo estaba enfocado en la trasmisión de conocimiento. “Voy a decirlo yo que casi pertenezco a esa generación, a nosotros nos mandaban a Europa para aprender y enseñar lo que hacían los europeos. Esa era la mentalidad”, cuenta Díaz, quien asegura que por eso las anteriores generaciones de profesionales en esta área fueron poco productores de conocimiento. “A finales del siglo pasado se va transformando ese proceso y comenzamos a ser productores. Estamos tomando la actitud de que debemos aprender de los demás, pero también podemos opinar nosotros. Eso se ve en el Congreso y estamos en ese momento”. Cuando se le pregunta al filósofo Jorge Aurelio Díaz sobre su impresión del impacto actual de la filosofía en Colombia, él señala, desde su visión, que la filosofía en el país no ha madurado lo suficiente como para tener una voz directa, todavía está en ese proceso de maduración propio. “Hay unos intentos de analizar el problema de la violencia, el de los partidos políticos, pero esa producción hacia afuera no ha sido muy grande. Sin embargo la producción interna ha tenido un desarrollo, el nivel de los estudiantes de hoy es alto”, comenta e insiste que sí hay un proceso de maduración, pero “todavía falta que la filosofía se vuelque más hacia la sociedad”. Desde este contexto, los filósofos analizan y opinan sobre los tópicos que son objeto de las investigaciones actuales en Colombia y el mundo.
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